Durante el siglo XII, siglo de cruzadas y Reconquista, en pleno apogeo del feudalismo, las ciudades comienzan a desarrollarse y a convertirse en centros de mercado y, con ello, comienza a aparecer la primera burguesía. Las cruzadas pusieron a la nobleza del occidente europeo en contacto con el lujo y las riquezas del imperio bizantino, provocando un refinamiento de las costumbres que terminó por dar en la aparición del llamado ‘ideal cortés’, que encontró su expresión más sutil en la poesía dedicada al fin’ amor, que refleja los códigos de comportamiento del caballero noble para con su dama. En este contexto, Guillermo IX (1071-1126), duque de Aquitania y Conde de Poitiers, pasa por ser el primer trovador, autor de once poemas de temática amorosa escritos en occitano. Hubo trovadores nobles, pero también poetas de oficio, que recorrían las cortes francesas, españolas e italianas interpretando sus poemas solos o acompañados por juglares.
Los principales géneros cultivados por los trovadores fueron la cansó, poema centrado en el amor cortés, y el sirventés, sátira moral o política a menudo dirigida a un individuo en particular. La música (siempre con una sola voz), tanto en su dimensión rítmica como melódica, no era independiente del verso y éste estaba destinado a escucharse, más que a leerse. Apenas se conservan trescientos poemas de trovadores acompañados de su música, muchos se han perdido, muchos probablemente nunca llegaron a anotarse. La corte del rey de Aragón se convirtió en uno de los principales centros de acogida de trovadores y fue, desde luego, el punto de la península ibérica donde el movimiento arraigó con más fuerza.
A los trovadores a menudo les acompañaban los juglares, según el DRAE “persona que iba de unos lugares a otros y recitaba, cantaba o bailaba o hacía juegos ante el pueblo o ante los nobles y los reyes”. Habitualmente, los juglares acompañaban a los trovadores o interpretaban sus piezas y, si no tenían señor e interpretaban su propio repertorio, dejaban de ser juglares para ser trovadores. Un noble podía, por ejemplo, componer alguna poesía para un rey y enviar a su juglar para que se la interpretara. El instrumento más habitual entre los utilizados era la viola de arco. La asociación entre el juglar que trabaja por dinero y el instrumento de arco mantuvo a los instrumentos de la familia de la viola y el violín bajo la consideración de instrumentos innobles hasta el auge de este último en el siglo XVII. A menudo, también tocaban el arpa y parece que, generalmente, sabían tocar múltiples instrumentos aunque no fueran especialistas en ello. Tanto juglares como juglarescas bailaban, aunque solía ser especialidad de ellas.
Respecto a la condición de los juglares, resultan esclarecedores unos versos de Guiraut Riquier, que trabajó en la corte Alfonsina hacia finales del siglo XIII y que solicitaba en su Suplicatio[…] per lo nom dels joglars que se clasificaran las actividades propias de los juglares, para poder distinguir a los buenos y hábiles de los malos y a los juglares de los trovadores. Riquier pide que se llame juglares “A quienes con cortesía y saber suficiente se saben comportar entre la gente rica, tocando instrumentos o contando nuevas de otro, o cantando versos y canciones ajenas, u otros buenos hechos y agradables de escuchar, bien puede dárseles el nombre de juglar…por derecho propio deben hallar acogida en la corte y ser estimados, pues tales gentes juegan un gran papel en las cortes porque proporcionan gran recreo y placer. A quienes saben trovar palabras y son…es de razón y derecho que se le llame trovador y por derecho debe ser más honrado que el juglar, pues otro se puede convertir en juglar gracias a su saber”.
Bibliografía:
Gómez, M. (2009). La lírica medieval. En Historia de la música en España e Hispanoamérica (pp. 125-194). Fondo de Cultura Económica.